ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA, TECNOLÓGICA O INNOVACIÓN

Efectos geopolíticos de la guerra de Ucrania*

Geopolitical Effects of the War in Ukraine

Código: 1388189143
• Autor: iStock


10.14718/NovumJus.2023.17.1.9


Luis Alexander Montero Moneada**
Jonnathan Jiménez-Reina***
Carlos Alberto Ardila-Castro****

Escuela Superior de Guerra "General Rafael Reyes Prieto"


* Artículo de reflexión resultado de la investigación de los proyectos "Propuesta para la incorporación de diplomacia científica en el ámbito de la seguridad y defensa" y "Guerras híbridas. Conceptualización y consecuencias contemporáneas", ambos bajo la línea de investigación "Políticas y modelos en seguridad y defensa", del grupo de investigación Centro de Gravedad, reconocido y categorizado en (A) por MinCiencias, de la Escuela Superior de Guerra "General Rafael Reyes Prieto".

** Politólogo, magíster en Análisis de Problemas Políticos, Económicos e Internacionales Contemporáneos, doctorando en Estudios Políticos, y doctorando en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Docente ocasional de la Escuela Superior de Guerra "General Rafael Reyes Prieto".
0000-0003-3420-0863.
luis.montero@esdeg.edu.co

*** Profesional en Política y Relaciones Internacionales, magíster en Seguridad y Defensa Nacionales, maestrando en Derechos humanos y derecho internacional de los conflictos armados, y doctorando en Seguridad Internacional. Docente ocasional de la Escuela Superior de Guerra "General Rafael Reyes Prieto".
0000-0001-9042-834X.
jonnathan.jimenez@esdeg.edu.co

**** Profesional en Ciencias Militares, magíster en Negocios y Relaciones Internacionales, doctorando en Educación, y doctorando en Estratégicos, Seguridad y Defensa. Docente ocasional de la Escuela Superior de Guerra "General Rafael Reyes Prieto".
0000-0002-6542-6892.
carlos.ardila@esdeg.edu.co


Recibido: 13 de octubre de 2022
Evaluado: 10 de noviembre de 2022
Aceptado: 23 de noviembre de 2022

Cómo citar este artículo [Chicago]: Montero Moneada, Luis Alexander, Jonnathan Jiménez-Reina y Carlos Alberto Ardila-Castro. "Efectos geopolíticos de la guerra de Ucrania". NovumJus 17, núm. 1 (2023): 205-235. https://doi.org/10.14718/NovumJus.2023.17.1.9



Resumen

El presente artículo tiene por objetivo analizar los efectos geopolíticos y geoestratégicos derivados de la guerra entre Rusia y Ucrania. Se toma como período de revisión el primer semestre de 2022 y se seleccionan como áreas de estudio el mar Báltico, el mar Negro y el océano Ártico. En las tres regiones se observa un cambio a fondo de las dinámicas geopolíticas y un intento de reposicionamiento de los jugadores hegemónicos más importantes, como Rusia y la OTAN. Además, se encuentra un impacto relevante en la modificación de la naturaleza de la guerra, en la que lo híbrido tiene un rol mayor. Esta condición también es incorporada en el examen del comportamiento de los actores y su esfuerzo por reorganizar su estrategia frente al otro.

Palabras clave: Rusia, Ucrania, geopolítica, geoestrategia, áreas de tensión, balance de poder.



Abstract

The objective of this article is to analyze the geopolitical and geostrategic effects of the war between Russia and Ukraine. The time frame of the study is the first semester of 2022 and the area covered encompasses the Baltic Sea, the Black Sea, and the Arctic Ocean. In all three regions, there is evidence of a profound change in geopolitical dynamics and an attempt to reposition the most important hegemonic players, such as Russia and NATO. Additionally, a change in the nature of war is found, with hybrid warfare playing a greater role. This condition is also incorporated in the analysis of the behavior of the actors and their effort to reorganize their strategy towards each other.

Keywords: Russia, Ukraine, geopolitics, geostrategy, areas of tension, balance of power.



Introducción

Después de varios años de tensiones entre los Gobiernos de Rusia y Ucrania, el 24 de febrero de 2022 estalló la guerra entre estos dos Estados, como consecuencia del inicio de operaciones militares del Ejército ruso en territorio ucraniano. Si bien la posibilidad de la ocurrencia de este conflicto armado aumentaba con el paso de las últimas semanas, este no dejó de ser un hecho que consternó al mundo entero, pues se trata de la primera guerra europea desde aquella que desoló los Balcanes, en la década de 1990.

Cuando inició la invasión rusa en Ucrania, el diario español El Mundo señaló:

La guerra que Ucrania tanto temía y parte del mundo no quiso creer ha empezado. El presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó a sus tropas llevar a cabo una operación militar especial en la región de Donbás. En un polémico discurso televisado, Putin aseguró que la ocupación pretendía "desnazifiear" Ucrania y "proteger a las personas de los abusos y del genocidio [de los] que son objeto por parte del Gobierno ucraniano desde hace ocho años".1

Aunque el argumento que utilizó el gobierno ruso para invadir a su vecino fue la "desnazificación", lo cierto es que las tensiones entre estos dos Estados pueden remontarse años atrás. Incluso, en 2014 ocurrió un episodio de alta tensión, cuando Rusia anexó, de manera unilateral, la península de Crimea que, hasta entonces, había formado parte del territorio ucraniano.

Esta invasión le significó al Gobierno ruso un aumento significativo en su tensión persistente con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pese a que este organismo multilateral no ha intervenido de manera directa en el conflicto, puesto que no se ha enfrentado a Rusia, sus Estados miembros sí han tomado medidas importantes orientadas a disuadir a ese país de continuar con sus operaciones militares: por un lado, le impusieron duras sanciones económicas, que impactaron gravemente en su economía2 y, por otro, la OTAN, como alianza, ha desplegado tropas y defensas antimisiles en el este de Europa, con el fin de reforzar el flaneo oriental de la organización.3

Si bien el conflicto armado solo tiene dos actores, Ucrania y Rusia, lo cierto es que su ocurrencia ha aumentado de forma significativa las tensiones entre la OTAN y Rusia, las cuales se expresan en las medidas que ha tomado esta colectividad y sus miembros, como el paquete de sanciones a ese Estado y el reforzamiento de sus defensas, para evitar una eventual agresión. Esta presión creciente entre ambos actores, dada la envergadura de los dos tanto en términos de poder político, económico y militar, como en lo referente a sus extensiones y localizaciones geográficas, se ve traducida en afectaciones geopolíticas en distintas y distantes regiones del mundo.

En el presente documento, se pretende exponer los efectos geopolíticos que la guerra en Ucrania está ocasionando, ya sean directos o indirectos, en diversas regiones geográficas. Las zonas del mar Negro, del mar Báltico y del océano Glacial Ártico son teatros en los que la configuración de poder y de intereses puede verse afectada por este conflicto, dado que ahí confluyen tanto Rusia como los miembros de la OTAN e, incluso, Ucrania, en particular en el mar Negro. Por estas razones, es menester identificar, como se hará en páginas posteriores, las consecuencias de esta confrontación armada, en especial la tensión Rusia-OTAN, sobre estos espacios en los que los dos actores tienen gran influencia. De igual manera, el análisis permitirá determinar cuán funcional está siendo el hard power en las relaciones internacionales contemporáneas.


Metodología

El artículo se fundamenta en una aproximación analítica de las implicaciones de la guerra entre Ucrania y Rusia, desde una perspectiva geopolítica y geoestratégica. Para ello, se seleccionaron tres áreas específicas de estudio: el mar Negro, el mar Báltico y el océano Ártico. Se tomaron elementos de contexto geopolítico general —con énfasis en la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)— y se estudiaron variables relacionadas con la pérdida o la ganancia de poder relativo entre Rusia y la OTAN, a partir de un reposicionamiento de fuerzas en el primer semestre de 2022.

Puesto que el artículo ofrece una evaluación analítica de capacidades y elementos de poder, no incorpora de forma estructural una matriz histórica ni hace un amplio recorrido retrospectivo. Tampoco se propone hacer una proyección de acontecimientos, por lo que el análisis prospectivo es limitado al máximo y no se tiene en cuenta desde una perspectiva metodológica.

Por último, se muestra un encuadre teórico basado en la naturaleza de la guerra, de modo que se aten los elementos de discusión y que el análisis pueda ser aplicable a condiciones cambiantes en tiempo o lugar.


Efectos geopolíticos en el mar Negro

No cabe duda de que una de las regiones de mayor interés geopolítico para la estrategia de Rusia es el mar Negro. Desde la Guerra Fría, Moscú identificó su posición dominante —en términos geopolíticos— en la costa del mar Negro. En aquellos años, la URSS tenía control indirecto del litoral occidental, mediante su influencia sobre Bulgaria y Rumania, y control directo en el resto del litoral norte y occidental. Solamente Turquía competía con el predominio de Moscú, con el poderío en el sector sur, pero en especial con el dominio sobre el paso estratégico del estrecho del Bósforo, el cual determina el acceso o la salida al mar Negro. Esta condición era de gran importancia, toda vez que la OTAN se apresuró a incorporar a Turquía en la Alianza Atlántica, para aprovechar su posición privilegiada en términos de bloqueo a la proyección de poder aeronaval soviético, así como la posibilidad de emplazar misiles en dirección a los ricos depósitos petroleros que Moscú poseía en el Cáucaso.

Con la desintegración de la URSS, la capacidad de dominio de Moscú sobre esta área se redujo sensiblemente. No solo perdió el control indirecto de Bulgaria y Rumania —que ahora se encontraban en tránsito hacia una clara y decidida occidentalización—, sino que, con la independencia de Ucrania y Georgia, perdía buena parte del control litoral en el mar Negro. Moscú únicamente mantenía el dominio de una pequeña área costera que se extendía un poco más al nororiente de Rostov del Don, lo cual le daba algo de acceso al mar de Azov, hasta un poco más al sur de Sochi, en la frontera con el Cáucaso. En otras palabras, el poder que Moscú tenía sobre el mar Negro pasó de una dimensión hegemónica a un alcance limitado y a una posición geopolítica de acorralamiento.

De la mano de la geopolítica, en el plano de la geoestrategia, las cosas eran catastróficas. Sus antiguas y poderosas bases quedaron en entredicho. Sebastopol, por ejemplo, quedó bajo posesión ucraniana, aunque aceptó, a regañadientes, un contrato de arrendamiento para que Rusia pudiera seguir empleando esta base naval; todo ello, en el marco del Tratado de partición de la Flota del mar Negro, el cual repartía intereses geopolíticos intentando resguardar, a medias, los de Moscú, por encima de los de las nuevas Repúblicas independientes.

Esta condición era una seria limitante al poder ruso, toda vez que Sebastopol es un punto de proyección de poder naval formidable. Su estructura aprovecha la geografía de la península de Crimea, puesto que se adentra en una especie de estuario que ofrece eficientes defensas naturales ante posibles ataques submarinos o de superficie. Asimismo, Sebastopol se ubica en la región central del mar Negro, lo que le permite proyectar poder en forma radial y alcanzar cada segmento de mar y de litoral.

Odesa, el segundo puerto en importancia durante la época soviética, también se perdió para los intereses de Moscú y ahora Ucrania controlaba en este punto estratégico no solo la infraestructura civil, sino también la militar.

Ante el dominio limitado ruso de Sebastopol y la pérdida de Odesa, Moscú se empeñó en intentar repotenciar la base de Novorosíisk, en el litoral este del mar Negro. La tarea imponía serios obstáculos, pues, a diferencia de Sebastopol, esta no ofrecía formas geográficas que favorecieran su defensa y era, por el contrario, una base naval de litoral lineal, expuesta a ataques desde el mar. Además, las condiciones climáticas eran menos favorables que en Sebastopol o en Odesa y dificultaban la navegación y el mantenimiento en servicio de las capacidades portuarias.

A pesar de los esfuerzos de Moscú por mejorar este enclave, al dotarlo de una capacidad portuaria mucho más alta, un sistema de defensa actualizado y trabajos de aguas profundas —que significaron un salto cualitativo para el empleo de submarinos—, Novorosíisk no lograba superar en ventaja a la base de Sebastopol.4

Mapa 1 La geopolítica del mar Negro

Fuente: Álvaro Merino, "El mapa de la geopolítica del mar Negro",
El Orden Mundial, 19 de agosto de 2021, https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/mapa-geopolitica-mar-negro/
(acceso julio 10, 2022).

En el plano de la proyección de poder económico de Moscú, el mar Negro también desempeña un papel protagónico, sobre todo en cuanto a gas se refiere. Luego de los favorables resultados estratégicos ofrecidos por el gasoducto Nord Stream 1, trazado por el mar Báltico y que, sumado a la red Yamal, aporta la mayor cantidad de gas natural ruso que consume Europa Centro-Oriental, Moscú se adentró en dos proyectos que buscaban acabar de cimentar la dependencia energética de países como Alemania: el Nord Stream 2 y el South Stream.

El South Stream tiene una ventaja frente al Nord Stream 2 y radica en el hecho de que el primero abre nuevas perspectivas energéticas a favor de Moscú en Europa Central, al ingresar por territorios de Bulgaria y Rumania. Este trazado deja poner en el radar de ventas a Francia, donde la dependencia energética hacia Moscú, hasta el momento, es muy baja. Adicionalmente, el trazado del South Stream, por aguas turcas del mar Negro, le dan una flexibilidad mayor, que le permite a Moscú sortear los obstáculos que podían ofrecer los países del Báltico, incluso Polonia, ante Nord Stream 1 y 2. Así las cosas, el mar Negro es la respuesta geoeconómica a la desgastante tensión que existía en el mar Báltico.

La guerra en Ucrania, por tanto, implica un cambio drástico en la geopolítica del mar Negro. Ya desde la sublevación de Crimea y su posterior anexión a Rusia, en 2014, Moscú había intentado retomar su posición de ventaja cerrando el paso a la marina ucraniana del mar de Azov, mediante un fortalecimiento de las instalaciones militares rusas y la construcción del polémico puente del estrecho de Kerch, el cual aislaba todo el sector de Azov y propiciaba un mejor abastecimiento de las tropas rusas desplegadas por la península.

Sin embargo, fue con la guerra de 2022 con lo que Rusia hizo avances territoriales significativos para conectar por tierra a Crimea con las regiones de Donetsk y Luhansk, y controlar, de paso, el valioso puerto de Mariúpol. Esto, sumado al gran predominio ruso sobre el país vecino de Georgia, conseguido desde 2008 luego de la guerra entre ambos, le da una visión similar a la del período soviético. Así, el efecto acumulado es que Moscú se apodera nuevamente del control de al menos la mitad del litoral del mar Negro y asegura sus bases de Sebastopol, Novorosíisk y, ahora, de Mariúpol mismo.

En este entramado, Turquía desempeña un papel central. De nada sirven las conquistas territoriales rusas y su mejor posición geopolítica y geoestratégica si Turquía no mantiene cierto diálogo con Moscú. Esta interlocución se centra, cuando menos, en tres aspectos: en primer lugar, el libre tránsito —incluso, tránsito privilegiado— de la marina rusa no solo por el mar Negro, sino por el estrecho del Bósforo, con lo cual Moscú gana acceso al Mediterráneo. De hecho, Moscú viene trabajando desde hace un tiempo en esta condición, toda vez que una libre navegación hacia el Mediterráneo le conectaría de una mejor forma con la base rusa de Tartus, en Siria, ganaría una mejor proyección hacia el canal de Suez y podría competir con la VI Flota de Estados Unidos. En segundo lugar, la construcción del gasoducto ruso de South Stream sin que Turquía imponga algún obstáculo. En tercer lugar, a la orientación moderada que Estambul puede adoptar frente a la agenda regional de Estados Unidos en el Medio Oriente, su relación con Israel y, sobre todo, la limitación de la agenda de intereses turcos en Siria; en otras palabras, que Turquía no emprenda ninguna acción en el Medio Oriente que ponga en riesgo a los intereses rusos.

Mapa 2. Control del territorio en Ucrania y principales ejes de maniobra ruso, al 27 de agosto de 2022

Fuente: Karolina Hird et al., "Russian offensive campaign assessment", Institute for the Study of War, 27 de agosto de 2022,
https://www.understandingwar.org/backgrounder/russian-offensive-campaign-assessment-august-27 (acceso agosto 31, 2022).


Efectos geopolíticos en el mar Báltico

Si bien el efecto geopolítico de la guerra entre Rusia y Ucrania en el mar Negro es contundente, el efecto sobre el mar Báltico es, tal vez, mucho mayor, debido al papel que pueden asumir no solo los Estados bálticos, sino también Suecia y Finlandia como miembros de la OTAN.5

El mar Báltico es una región compleja, desde el punto de vista geopolítico. Al occidente está cerrado por los estrechos daneses de Kattegat y de Skagerrak, los cuales brindan una posición formidable para realizar bloqueos marítimos o ralentizar el paso naval hacia el mar del Norte.

Al norte, se cierra en el extenso golfo de Botnia, compartido entre Sueeia y Finlandia —protegido buena parte del año por una banquisa invernal—, mientras que, hacia el oriente, se prolonga por una estrecha franja en dirección a San Petersburgo, pasando por Helsinki y Tallin, ambas capitales costeras de Finlandia y Estonia respectivamente. De hecho, el mar Báltico se puede definir como un área geopolítica que reúne cinco capitales en un espacio relativamente cerrado: Copenhague, Riga, Tallin, Helsinki y Estocolmo.6

Además, el mar Báltico alberga el enclave ruso de Kaliningrado —antiguo Konigsberg alemán—, que es el punto más occidental de Rusia y sede de su principal poder de misiles de ataque táctico y sistemas de defensa antimisiles para la porción occidental de Rusia, donde está buena parte de sus ciudades importantes.7

Por último, la isla sueca de Gotland tiene una posición geoestratégiea fundamental, porque está ubicada en una zona central, desde donde se pueden ralentizar las rutas de ida o vuelta desde San Petersburgo.8

En tiempos de la URSS, Moscú tenía allí un claro predominio en términos navales, ya que controlaba el litoral sur y oriental desde Kaliningrado hasta el norte de San Petersburgo, a la par que el litoral norte perteneciente a Suecia y Finlandia no eran parte de la OTAN y tradicionalmente se mantenían neutrales. Con esto, toda la porción central, norte y oriental del mar Báltico estaban, de facto, bajo dominio ruso.

Esta condición empieza a cambiar con la implosión de la URSS y la independencia de Estonia, Lituania y Letonia, con lo que el litoral bajo control de Moscú se reducía a una muy pequeña franja alrededor de San Petersburgo. No obstante, con la incorporación de los Estados bálticos a la OTAN, el deterioro del poder ruso fue estructural, no solo por la posibilidad de que la Alianza Atlántica pudiera de disponer de los puertos de estos Estados, sino que muy rápidamente se desplegó buena parte de los contingentes más numerosos que permanecen activos en Europa.9

Aunque Rusia ha apalancado sus aspiraciones geopolíticas en el área del Báltico tanto en la presión que pueden ejercer de forma simultánea San Petersburgo y Kaliningrado, como en una clara estrategia etnogeográfica, caracterizada por insertar un porcentaje alto de población rusa en Estonia, Letonia y Lituania, no ha logrado mermar la influencia de la OTAN ni la voluntad antagónica de estos Estados con Moscú.

El segundo elemento de importancia geopolítica en el mar Báltico tiene que ver con la facilidad que esta ruta representa para el transporte de gas natural y otros recursos energéticos en dirección a Europa. A pesar de que la red Yamal es una de las principales piezas del engranaje de gasoductos rusos, la construcción en el Báltico del Nord Stream 1 amplió drásticamente la dependencia alemana a los combustibles rusos. Este proyecto había enfrentado críticas desde los Estados del Báltico, Polonia y Dinamarca, pues lo veían como un mecanismo inapropiado que podría jugar en contra de los intereses europeos, al someterse cada vez más a Moscú. Al fin, el gasoducto logró entrar en operación y se amplió a una segunda etapa, también finalizada, a la que, por las sanciones a Rusia en el marco de la guerra con Ucrania, no se le autorizó el funcionamiento.

En ese contexto, la guerra en Ucrania ha traído cambios sustanciales en la geopolítica y la geoestrategia de esta área. El primer cambio tiene que ver con la ralentización de la operatividad del Nord Stream 2 y, con ello, un inicio del declive del predominio gasífero ruso en Europa. Muy seguramente los Estados de Europa Central, sobre todo Alemania, han tomado atenta nota de que Moscú no tiene inconvenientes en emplear el gas como una herramienta de presión y han iniciado serias políticas para intentar disminuir —o, en algunos casos, romper— la dependencia existente en la actualidad. Con ello se reduce el margen de maniobra ruso para emplear el mar Báltico como autopista de transmisión de gas.

Mapa 3. La geopolítica del Báltico. Un mar entre dos bloques

Fuente: Abel Gil, "El mapa de la geopolítica del mar Báltico", El Orden Mundial, 12 de mayo de 2022,
https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/mapa-geopolitica-baltico/ (acceso agosto 4, 2022).


El segundo efecto geopolítico tiene que ver con el fortalecimiento de los lazos entre Europa Central y la misma OTAN con los Estados bálticos. El temor ante una posible acción desde Moscú no se ha disipado, a pesar de que dichos Estados son integrantes de la alianza atlántica y esto se debe a que la naturaleza de la guerra contemporánea facilita toda una gama de acciones de zona gris que no son atribuibles y que le posibilitan a cualquier agresor emprender acciones ofensivas sin que haya una declaración de guerra o un ataque en términos convencionales. Esta perspectiva —propia de los conflictos híbridos y materializada en el pensamiento ruso a partir de los estudios de Gerasimov, desde la perspectiva de guerra no lineal— propicia que Rusia diseñe y emprenda campañas militares con amplio uso de ciberataques, operaciones de neutralización o de inestabilidad, acciones de inteligencia, sabotajes y actos de contratistas con capacidades de fuerzas especiales contra objetivos en el Báltico, sin que se pueda atribuir su autoría directa a una orden o a un plan oficial ruso.

La guerra en Ucrania ha demostrado que este tipo de acciones no solo es posible, sino que está en la baraja inmediata de posibilidades operacionales. Así las cosas, las lecciones aprendidas de la guerra en Ucrania invita a que los Estados bálticos —temerosos de que Rusia quiera aprovechar su ventaja geopolítica frente a ellos— y la OTAN fortalezcan aún más su cooperación y se tomen todas las medidas del caso para incrementar sus capacidades militares de carácter defensivo y ofensivo.

El tercer efecto geopolítico tiene que ver con la incorporación de Suecia y Finlandia en la OTAN. Como ya se ha mencionado, la ampliación de la alianza atlántica hacia el espacio nórdico es un hecho. No cabe duda de que el antagonismo histórico entre Finlandia y Rusia, sumado al temor de que Moscú quisiera mejorar su posición relativa de poder militar frente a la OTAN en el Báltico, a costa de una invasión o, cuando menos, una coerción de los Gobiernos sueco y finlandés, son factores determinantes para que se hubiera tomado la decisión de la incorporación.

Desde un punto de vista geoestratégico, esta incorporación le da una ventaja absoluta a la OTAN, toda vez que logra el dominio absoluto del litoral del mar Báltico y limita la capacidad operacional de la marina rusa tan solo a la inmediatez de San Petersburgo. En otras palabras, se disminuye la flota rusa de una marina de alta mar a una marina de litoral. Evidentemente, esta ventaja sería mucho mayor en una situación de conflicto en la que un bloqueo naval a San Petersburgo es viable, así como la posibilidad de hacer maniobras estratégicas mixtas que incluyan una concepción continental, naval y aeronaval contra el enclave de Kaliningrado.

Por último, también desde el punto de vista geoestratégico, la incorporación de Sueeia y Finlandia en la OTAN facilita poner un punto mayor de presión al complejo militar ruso de Severomorsk, en especial a la base de Poliarny, la cual es el centro de gravedad del poder naval ruso que es proyectado hacia el océano Atlántico. Desde esta instalación transitan los poderosos submarinos que constituyen el pilar nuclear de disuasión y de ataque de Moscú.

En síntesis, con la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN, así como con el fortalecimiento de las capacidades ofensivas y defensivas, sobre todo para guerra híbrida en los Estados aliados del Báltico, la OTAN obtiene una ventaja estratégica amplia frente a Rusia, con lo que cambia de tajo la geopolítica del mar Báltico.


Efectos geopolíticos en el océano Ártico

El océano Ártico es de gran importancia para Rusia debido a las características geográficas de este Estado, a saber, su extensión territorial y su localización en el globo. Que Rusia sea uno de los pocos Estados que se encuentran en la zona más septentrional del mundo y que se extienda de este a oeste en una parte significativa del planeta le permite tener una muy extensa frontera con la región ártica.

El Ártico es un área con muy escasa presencia humana, debido a sus difíciles condiciones climáticas. De acuerdo con Rivas de Hernández,10 este tiene el 2,8 % de la superficie terrestre y el 3,9 % de los océanos y, durante épocas de invierno, la gran mayoría de la superficie está congelada en hielo espeso, por lo que la navegación se realiza en verano, cuando se reduce el hielo flotante, producto del deshielo polar. Por estas razones, se estima que en el Ártico y su territorio subyacente habitan apenas unos cuatro millones de personas.11

A pesar de estas características de escaso poblamiento y condiciones climáticas precarias, el océano Ártico es estratégico y su importancia ha ido aumentando en tiempos recientes. Ello se debe, principalmente, a dos razones: los recursos naturales y el comercio marítimo. Respecto al primero de estos aspectos, de acuerdo con Moreno Sánchez,12 se ha estimado que allí existen enormes yacimientos de petróleo y gas. Y el segundo se debe a su posición geográfica, la cual, al situarse en uno de los puntos donde el planeta se hace más estrecho —el polo norte, específicamente —, ofrece una reducción de las distancias a recorrer por las embarcaciones que se encargan del comercio interoceánico.

En cuanto a los recursos naturales, en la década de 1960, estudios realizados por la URSS y por Estados Unidos descubrieron cerca de 61 campos de petróleo y gas natural en los países adyacentes al océano Ártico, 42 de los cuales se hallaban en Rusia.13 Así mismo, en 2008, el Servicio Geológico de Estados Unidos determinó que en esa área hay cerca de 90 000 millones de barriles de petróleo y 1,669 billones de pies cúbicos de gas natural.14 Estos datos demuestran su gran riqueza energética.

Por otra parte, en lo referente al comercio internacional, el océano Ártico, debido a su posición septentrional, brinda la posibilidad de desarrollar una ruta marítima comercial privilegiada, puesto que recorta las distancias entre oriente y occidente, y cuenta con menos cuellos de botella que la ruta del canal de Suez, donde se concentra el 90 % del tráfico marítimo mundial.15 La presencia de menor cantidad de estos puntos de estrechamiento implica que las rutas marítimas que lo atraviesen gozarían de mayor fluidez que la ruta del Suez, en la que el canal, junto con los estrechos de Malaca y de Gibraltar, pueden presentar obstrucciones. Por ende, esta es una muy buena posibilidad de consolidarse como ruta principal del comercio internacional y, por eso, dominarla es una gran oportunidad para controlar gran parte del tráfico de mercancías en el mundo.

Estas características del océano Ártico y la franja polar no han sido explotadas en una magnitud relevante, por las difíciles condiciones climáticas que ya se mencionaron. Durante la mayor parte del año, está congelada, de manera que no es posible la navegación y la explotación de los recursos energéticos es muy costosa. Sin embargo, el calentamiento global, ese fenómeno climático que tantas alarmas despierta en el mundo contemporáneo, en este caso, constituye el factor que puede dar paso al aprovechamiento de esas ventajas, debido al deshielo. En este sentido, Conde Pérez señala:

Si el hielo del océano Glacial Ártico y [de los] mares circundantes desaparece, la navegación comercial se hace también posible, y esa es una inmejorable noticia para el comercio mundial: rutas de navegación descubiertas mucho tiempo atrás, pero hasta hace poco tiempo intransitables por la presencia de hielo o, simplemente poco transitadas, podrían pasar a ser nuevas vías para el comercio internacional. La ruta marítima del norte (ya explotada en la actualidad bajo un régimen de administración ruso, utilizado desde el periodo zarista), el paso del noroeste y el paso transpolar, podrían acortar la distancia y disminuir el costo en comparación con las tradicionales rutas marítimas, ofreciendo una alternativa más segura a las tradicionales por la ausencia de piratería, fundamentalmente, el interés comercial, está servido.16

En vista de que su importancia estratégica para Rusia es aún mayor que para los demás Estados, dados sus intereses nacionales y la gran presencia que tiene allí, ese es el país que ha brindado más atención al Ártico. De acuerdo con Moreno Sánchez,17 Rusia le ha dedicado más atención al Ártico que Estados Unidos. Por su parte, Corredor Jiménez18 sostiene que, desde el año 2000, Rusia ha identificado la importancia que tiene el Ártico en su intención de buscar la hegemonía, en el mareo de un sistema internacional multipolar en el que la seguridad y la supervivencia de los Estados está en amenaza constante.

Corredor Jiménez19 expresa que la búsqueda de posieionamiento en el Ártico por parte de Rusia corresponde a su estrecha relación con el mercado de hidrocarburos, el cual es un arma geopolítica del más alto calibre.

Sin embargo, Lojo Romero20 afirma que, en la actualidad, el interés ruso también pasa por la consolidación de la ruta del noreste como una alternativa a la vía comercial del Suez. Si bien este recorrido está abierto al tráfico de naves desde 1987, las condiciones climáticas han hecho que su uso sea exclusivo de los rusos. Sin embargo, como se mencionó, el cambio climático podría convertir esta ruta en una verdadera alternativa a Suez, tal como lo espera Rusia.

Por estas razones, Rusia no solo se ha enfocado en el control de la ruta del noreste, sino que desde 2013 emprendió un constante posieionamiento en el Ártico mediante el despliegue de bases militares, con la finalidad de obtener un mayor control territorial.21

Este despliegue, si bien le ha permitido consolidarse en esa franja, también le ha significado nuevas percepciones de amenazas. En este caso teme la ocurrencia de ataques a sus terminales de petróleo y gas provenientes del estrecho de Bering y de los territorios daneses y noruegos, por lo que considera una necesidad el contar con una presencia militar importante.

Dicha presencia la ha consolidado como la mayor potencia en el lugar. De hecho, "actualmente Estados Unidos no cuenta con la capacidad militar comparada con la del país ruso en el Ártico".22 Sin embargo, la OTAN desempeña un papel fundamental respecto al dominio del océano Ártico, pues si bien Rusia hace mayor presencia, de los siete Estados restantes que lo ocupan, cinco (Estados Unidos, Dinamarca, Noruega, Canadá e Islandia) pertenecen a esta alianza. De esta manera, el dominio ruso se ve amenazado en caso de entrar en conflicto con cualquier miembro de la OTAN, pues "la capacidad militar en conjunto por parte de los países del Norte del Atlántico es más grande que la rusa".23

Y es este el principal efecto geopolítico que ha traído la invasión rusa a Ucrania: el dominio sobre el Ártico y, por ende, sobre las posibilidades que ofrece en términos económicos. Aunque Ucrania no forma parte de la OTAN, la invasión ha significado un aumento importante en las tensiones con la alianza de los Estados del Norte. De esta manera, al tener una presencia importante de los Estados de la OTAN y ser dominada por Rusia, ese territorio se convierte en un escenario esencial en las relaciones entre estos dos actores, puesto que la posición geográfica de los Estados, aunada a las capacidades del otro actor, convierten la presencia de la contraparte en una amenaza considerable, tanto en términos económicos como de seguridad. Por ende, no sería extraño que la guerra en Ucrania se tradujera en el aumento de los esfuerzos de los Estados de la OTAN por controlar el lugar.

La decisión rusa de invadir Ucrania puede tener otra repercusión en su posición en el Ártico, aparte del aumento de interés de la OTAN en el sector. Suecia y Finlandia, dos Estados que, además de ser vecinos de Rusia, también tienen presencia allí, se caracterizaban por una estricta neutralidad y no solían alinearse en las tensiones entre Rusia y la OTAN. Pues bien, como consecuencia de la invasión a Ucrania y temerosos de que Rusia pudiera ejecutar la misma conducta sobre ellos, entregaron ante la OTAN solicitudes formales para ingresar a la alianza.24 Es decir, la guerra en Ucrania acercó a la OTAN a los dos únicos Estados árticos que se encontraban fuera de su esfera.

Esta situación es peligrosa para los intereses geopolíticos de Rusia. Todo el dominio que ha ido construyendo sobre este espacio, así como sobre sus recursos naturales y la ruta comercial que se plantea como alternativa a Suez, puede verse destruido a causa de este conflicto en Europa Oriental.25 Por lo tanto, esta guerra podría traer como efecto toda una nueva configuración de poder en una parte tradicionalmente controlada por los rusos. Este sería el resultado del aumento de las tensiones con Occidente, lo cual incrementaría el interés de los Estados de la OTAN por el control del área, y el temor de los Estados neutrales de ser agredidos por Rusia está contribuyendo a fortalecer la presencia de la OTAN. En otras palabras, la invasión a Ucrania puede significarle a Rusia la pérdida del dominio que ha ejercido sobre el océano Ártico o, por lo menos, tener que competir contra una coalición de siete Estados, si quiere conservarlo. Y con esto, toda la posición de Rusia como potencia, basada en parte en su presencia en el mercado de hidrocarburos, puede verse seriamente amenazada si pierde su control sobre esta gran fuente de recursos energéticos.


El futuro del conflicto armado: un escenario incierto y turbulento

La evolución del conflicto armado a lo largo de la historia de las sociedades se ha visto influenciada por una serie de variables del contexto tanto interno como externo de los intervinientes. Ello facilita establecer tendencias para estudiarlo y entenderlo. En la coyuntura actual, esta certeza se ha visto mermada y se han producido cambios acelerados que dificultan el entendimiento claro y profundo del problema. El presente artículo tiene como objetivo brindar elementos para superar estos escenarios de incertidumbre y turbulencia.

A esos efectos, se abordarán las ideas expuestas por Munkler,26 quien reflexiona sobre cómo se ha pasado del monopolio de la violencia por parte de los Estados a un nuevo escenario, donde múltiples actores compiten por dicha exclusividad. Se continuará con las consideraciones acerca del proceso de urbanización desde la óptica de Kilcullen27 y cómo tal proceso se ve potencializado por lo que expresa Khanna,28 así como la forma en que la convergencia de estos dos fenómenos convierte los conflictos actuales en actos altamente complejos. Para finalizar, se planteará el futuro de la guerra de acuerdo con la mirada de Freedman,29 quien sugiere que la hibridez, la tecnología y el ciberespacio constituirán variables fundamentales para entender hacia dónde van los enfrentamientos bélicos.

La discusión sobre la naturaleza positiva o negativa de la guerra como forma violenta de resolver conflictos en las sociedades es tan antigua como ella misma, si tomamos en cuenta lo expresado por Macmillan30 sobre que la guerra muta desde el acto social, donde grupos humanos interactúan utilizando la fuerza para proteger sus respectivos intereses —que, por lo general, corresponden a territorios, un sistema económico o de valores y, en últimas, un esquema político—, continúa con un acto político —en el cual interactúan medios y modos, con el fin de preservar dicho interés; uno de estos actos fue la materialización del contrato social en el Estado nación moderno— y, por último, se configura como un hecho jurídico —reflejado en la necesidad de construir políticas públicas que den legitimidad, legalidad y viabilidad—.

En línea con Macmillan,31 las guerras ha sido un espacio integrador de la sociedad, que han abierto oportunidades de progreso y han conducido a que los conflictos no se desbordaran hasta alcanzar la destrucción de toda la especie humana. Aunque esta afirmación vaya en contravía de las ideas hegemónicas que hoy en día aparecen en espacios académicos, cabe resaltar que, una vez las sociedades cazadoras-recolectoras se volvieron sedentarias, gracias a la revolución de la agricultura y la ganadería, surgió la necesidad de contar con un bien público que garantizara la seguridad de los medios materiales y de las sociedades en sí; con esto nacieron las primeras organizaciones militares, que después evolucionaron hasta convertirse en falanges y legiones, entre otras.

La capacidad para armar, equipar y poner a operar un ejército fue una de las características principales que permitieron, según Diamond,32 pasar del estado de desarrollo tribal al de la jefatura, en el que existía un líder que tenía la capacidad para defender su sociedad y atacar para proyectar poder hacia otras. De igual forma, con la consolidación del Estado antiguo, dicha capacidad se vio potenciada, al añadirse la posibilidad de desarrollar campañas extendidas en el tiempo y en el espacio.

Roma es el ejemplo clásico de esa capacidad estatal, al haber apalancado su potestad política, social y económica en su gran poderío militar. Según Keagan,33 la República romana —y luego, el Imperio— supo aprovechar el concepto de ciudadano soldado, heredado de la civilización helénica, y adaptarlo a sus propios intereses, con el fin de expandirse desde un entorno meramente europeo a uno mundial, en lo que se consideraba el mundo en esa época. En la estructura de la sociedad romana, el poderío militar se hallaba íntimamente ligado al social y político, y se consiguió así que el hecho social de la necesidad de un ejército se viera acompañado del hecho político —en el cual las élites conformaron la legión para proyectar poder— y, por último, se hiciera acompañar, además, del hecho jurídico, al existir normas que regulaban el uso de tal poder militar. Todo esto se ve reflejado en la sigla SPQR: Senãtus Populusque Rõmãnus (el Senado y el pueblo de Roma).

El legado de la sociedad romana se vio interrumpido por la caída del imperio de occidente y la desaparición de ese poder integrador, que fue uno de los principales ejemplos de estatización de la guerra. Según Munkler,34 solo se vino a recuperar ese concepto una vez terminada la guerra de los Treinta Años y, como resultado de esta, se recuperó el monopolio de la fuerza militar, debido a la aparición del Estado nación, a fin de perseguir ya no intereses individuales, sino de las sociedades, que, con énfasis en el contrato social, ceden al Estado la capacidad para defenderlas ante amenazas externas e internas. Muestra de esta situación, según lo expresado por Hanson,35 hoy lo es Estados Unidos, país que retoma la tradición romana y, con su forma de hacer la guerra, ha marcado una tendencia a lo largo de los últimos 250 años.

Lo expuesto tuvo un desarrollo más o menos homogéneo desde el siglo XV hasta la mitad del siglo XX, cuando, finalizada la Segunda Guerra Mundial, el poder de los Estados nación modernos se vio erosionado por múltiples variables que hicieron que, con cada día, su monopolio de la guerra se desplazara a otros actores. El sistema internacional posterior a la Guerra Fría propuso el dilema de la destrucción mutua asegurada que, para Freedman,36 propuso una disyuntiva estratégica entre las dos grandes potencias: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), consistente en que, si se utilizaban los medios disponibles —en este caso, la capacidad atómica—, los fines de implantar un modelo político, social y económico —ya fuera el capitalismo o el comunismo— no podrían lograrse, porque la victoria mediante el uso del poder atómico constituiría una victoria pírrica.

Por tal razón, la URSS intervino en los modos de hacer la guerra, y propició una serie de conflictos irregulares a lo largo del planeta, con el fin de aumentar su control e imponer la revolución comunista. Prueba de ello es el apoyo que brindó Moscú a Mao, en China, y a su estrategia de guerra popular prolongada, cuando la utilización de grandes ejércitos convencionales fue remplazada por unidades menores que aprovechaban los errores del enemigo para atacarlo y desgastar su voluntad de lucha. Este modelo se difundió a escala mundial y se implementó, en un primer escenario, en gestas de liberación a lo largo y ancho de Asia y de África, contra los imperios, y luego, en las operaciones subversivas contra dictaduras y democracias en el continente americano.

La guerra de guerrillas marcó un cambio disruptivo en la forma, sobre todo occidental, de combatir, en la que se acumulaba una serie de medios, para que se utilizaran de manera directa contra el enemigo y así derrotarlo e imponer el beneficio del vencedor. En la guerra irregular, los modos son diferentes y lo podemos observar en que:

La guerra de guerrillas era, por lo tanto, defensiva: se combatía en territorio patrio con las ventajas del apoyo popular y del conocimiento local. Estaba destinada a poner en marcha una estrategia de agotamiento, ganando tiempo con la espera de que el enemigo se cansara o que alguna cosa pudiera dar la vuelta a los acontecimientos.37

Los grupos guerrilleros se convirtieron en actores no estatales con capacidad para proyectar poder y, en muchos casos, derrocar Estados con una capacidad militar importante, como es el caso de Cuba. Allí se presentó otra de las características de dichas guerras y es que, para el guerrillero, el escenario ideal para desarrollar su lucha era el área rural, pues le facilitaba tener cobertura y utilizar el terreno como un medio para incrementar su propio poder de combate, ya que lo conocía y lograba emplearlo en contra de las fuerzas estatales. Esta es la atmósfera tradicional donde se llevaron a cabo los principales conflictos irregulares en el siglo XX, pero un factor cambió dicho entorno: la aparición del terrorismo, la convergencia de actores criminales y el medio urbano.

La conectividad como fenómeno, según Khanna,38 ha ocasionado un giro en la forma como se ve la interacción dentro del sistema internacional, al hacer que territorios anteriormente excluidos, hoy puedan acceder a los beneficios de hechos como la globalización y se integren al mundo, gracias a las tecnologías de la comunicación. Este escenario trae consecuencias positivas, pero, a su vez, ofrece amenazas, ya que los conflictos migran de regiones aisladas a centros urbanos, por las capacidades que trae la conectografía. Tales centros se convierten en el lugar ideal para el desarrollo del conflicto, pues, para Khanna,39 se minimiza la amenaza de una guerra entre Estados, aunque se abre la puerta a conflictos convergentes en los que interactúan actores criminales, terroristas y con intenciones políticas.

Según Munkler,40 las economías de las violencias encuentran una plaza adecuada en los grandes centros urbanos, al ser estos donde se efectúan los principales intercambios comerciales y se concentra el mayor flujo de capitales. Los grupos violentos, sea cual sea su motivación, encuentran allí el agua en la que se pueden mover como peces, tal como dijo Mao,41 cuando hacía referencia a la relación que tienen las guerrillas con la población civil. Otro fenómeno que toma ventaja de las ciudades es el terrorismo, el cual necesita las grandes audiencias que solo se hallan en las ciudades, para generar terror y, con ello, imponer los fines que las organizaciones quieren lograr.

Un ejemplo que nos demuestra la urbanización del conflicto es la respuesta dada por Estados Unidos cuando fue atacado por Al Queda, el 11 de septiembre de 2001, hecho en el cual, según Kilcullen,42 las amenazas irregulares que se encontraron en Irak no obedecían a las viejas estrategias de guerrillas rurales; más bien, atendían a una nueva forma de lucha, fuera de las montañas y con privilegio de los entonos urbanos. Tal escenario se vuelve concurrido, complejo, donde los Estados deben reinventar sus propias estrategias, ya que la asimetría en tales casos juega a favor del actor no estatal, le posibilita maximizar sus escasos medios con modos irregulares y,con esto, hacerle ver al actor estatal que seguir luchando resulta demasiado costoso para sus propios intereses.43

La incertidumbre en los conflictos actuales se ve potenciada por la hibridez. Para Freedman,44 se combinan medios y modos estatales con no estatales, y se formulan estrategias tanto regulares como irregulares, en busca de crear ambigüedad, aprovechar la iniciativa y paralizar al enemigo; además, se utilizan medios privados en el combate y en las actividades de apoyo al combate, como la inteligencia. La confusión provocada por este conjunto hace mucho más difícil comprender la naturaleza de los conflictos futuros. A ello se suma la gran velocidad con la que se están desarrollando esos eventos, lo que les niega tiempo a los decisores estratégicos para poder tomar un camino basados en una completa comprensión de dichos fenómenos y, en ocasiones, deja espacios para decisiones no informadas.

Otra variable que interviene en los posibles escenarios futuros de los conflictos es la asimetría, pues no siempre es el adversario con más recursos el que logra imponerle su interés al de menores medios y, de acuerdo con Freedman,45 se plantea el dilema del estratega: para conseguir fines mayores, se cuenta con menores medios, lo que obliga a quien está planeando a actuar sobre los modos. Eso se vio reflejado en la estrategia seguida por los grupos afganos que se opusieron a la invasión soviética entre 1978 y 1992, pues, con estrategias asimétricas, lograron derrotar el poder aéreo y blindado de la URSS, al utilizar el terreno a su favor.

Hoy en día, según Munkler,46 existe un dilema en los Estados occidentales, puesto en evidencia en el coste-beneficio que genera la proyección de fuerzas a escala global, y cómo, en algunos casos, incluso con la ventaja militar, los resultados de tales intervenciones han propiciado situaciones desfavorables. Obliga ello a instituir estrategias que minimicen los costes tanto políticos como militares, para lo que el autor se pregunta:

¿Por qué se ha de echar siempre mano de las tropas de los Estados occidentales para las intervenciones militares? ¿Por qué no se sustituyen estas unidades, más caras en principio, por fuerzas de países limítrofes al territorio donde se desarrollan las hostilidades, fuerzas que resultarían considerablemente más baratas, estarían aún más familiarizadas con el clima y la geografía, y serían por tanto menos propensas a sufrir pérdidas? Se puede formular una pregunta a manera provocadora: ¿Por qué nunca o casi nunca se aplica la estrategia de reducir los costes de un producto utilizando mano de obra más barata?47

Existen dos recursos que complementan la incertidumbre en los conflictos futuros: la tecnología digital y el ciberespacio. Freedman,48 en su libro La guerra futura, un estudio sobre el pasado y el presente, se refiere a la creciente dependencia de la tecnología en los asuntos militares, hecho que ha ocasionado una revolución en la cual las capacidades de hacer daño se han multiplicado no solo en letalidad, sino también en la distancia desde la que se puede afectar a un adversario. Hoy en día podemos proyectar poder a cualquier espacio terrestre, espacial y ciberespacial, y conseguir así una gran ventaja para los Estados que tengan la capacidad económica para desarrollar la tecnología, pero también quedan expuestos a amenazas surgidas de la dimensión ciberespacial, que se convierte en el marco idóneo para los conflictos en el futuro. Las guerras originadas por la inteligencia y la creciente utilización de la tecnología abren el dilema de hasta qué punto la confrontación depende de factores humanos o si seremos remplazados por máquinas que obedezcan a intenciones creadas por inteligencia artificial.

La certeza que, según Tilly,49 se tenía acerca de que los Estados eran los que hacían la guerra ha venido desapareciendo en un sistema internacional contemporáneo —donde actores no estatales disputan el poder militar con los países, los conflictos pasan de ser rurales a urbanos y la tecnología desempeña un papel fundamental para la proyección de fuerzas entre actores en conflicto— y forjará un espacio de incertidumbre, unido a la turbulencia de los hechos. Ello impone retos a los tomadores de decisiones estratégicas, a fin de gestionar el conocimiento necesario que permita articular los medios y los modos que se requieren para satisfacer los intereses dentro del sistema internacional y no se retroceda a una época anterior a la formación del Estado nación moderno y su definición como legítimo administrador de la fuerza.


Conclusiones

La guerra entre Rusia y Ucrania se ha posicionado como un clivaje en las relaciones internacionales contemporáneas, que están maximizadas por la globalización. El escenario global, luego de la Segunda Guerra Mundial, se había diseñado para que los Estados no llegasen nuevamente al uso de las armas para conseguir sus intereses, en particular en Europa, territorio que ha sido protagonista de los mayores enfrenamientos bélicos en la historia de la humanidad.

La creación de organizaciones internacionales como la ONU y la Unión Europea han tenido un propósito innato de evitar la confrontación armada. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de más de setenta años de relaciones multilaterales y de estrategias de soft power, el enfrentamiento entre Estados volvió a surgir.

A pesar de que uno de los principales intereses de las organizaciones internacionales y de las relaciones políticas entre los Estados es garantizar los derechos humanos y evitar la conflagración, no se puede olvidar que estos, como actores racionales, toman decisiones a partir de la obtención de intereses. Esos intereses son los que van a determinar el camino que cada uno de ellos tome y, al mismo tiempo, las consecuencias que las contrapartes afrontarán. Uno de los principales atractivos para las naciones desarrolladas es el ámbito geopolítico. Este se encamina a la relación y el impacto de decisiones políticas a partir de la geografía. Por esta razón, el presidente de Rusia ha tomado las decisiones que se han visto en el último tiempo.

La idiosincrasia rusa, que es una consecuencia de un factor constructivista de creación de Estado, determina que, cuanta mayor cantidad de territorio se pueda controlar, menor cantidad de amenazas que puedan afectar a la nación.50 Hoy, ese elemento constructivista se observa en la decisión del jefe de Estado ruso de anexar los territorios ucranianos de Donetsk, Luhansk, Jerson y Zaporiyia. Este tipo de intereses no solo se establecen en territorio terrestre, sino también en el marítimo.

El mar Negro es uno de los lugares de mayor importancia para los intereses rusos. Con la anexión de la península de Crimea en 2014, Rusia intentó recuperar el control de las actividades militares, económicas y políticas en ese mar. Con el posicionamiento y el control efectivo de la base naval de Sebastopol, Rusia se garantiza una proyección naval en todas las direcciones y deja como principal competidor a Turquía, una nación que pertenece a la OTAN, pero que define el control hacia el sur de dicho territorio marítimo. Con esta acción geoestratégica limita la proyección ucraniana, rumana, búlgara y de Georgia. Rusia busca la consolidación como nación hegemónica en el norte de este espacio de análisis. Sin embargo, es menester tener presente que debe mantener un diálogo permanente con Turquía para mantener el libre tránsito de la marina rusa, la construcción del gasoducto South Stream y la posición moderada de esta nación frente a la agenda estadounidense en Medio Oriente.

En el caso del mar Báltico, los efectos geopolíticos pueden tener mayor contundencia, debido a que allí los actores son más y tienen una incidencia política fuerte frente a los fenómenos desarrollados en este territorio. Ejemplo de esto son las reconfiguraciones de posiciones geopolíticas. En primer lugar, se comienza a deteriorar el entendimiento económico entre Europa y Rusia por medio de herramientas como el Nord Stream 1 y 2. Si bien, en los tiempos prósperos de la paz, el eje de Europa Central basó su política energética en el entendimiento con Rusia, hoy estos Estados, sobre todo Alemania, pueden identificar que Rusia puede y quiere usar el gas como arma para imponerse. Esto disminuye la confianza y limita el uso del Báltico como ruta comercial. En segundo lugar, el aumento de la confianza entre los Estados de la OTAN que pertenecen a Europa Occidental y Central con los Estados bálticos. Este elemento aumenta la credibilidad, la financiación y el peso de las intervenciones de estos en el marco de la OTAN, y aumenta la desconfianza frente a Rusia, dada la visión negativa de las naciones bálticas por su pasado soviético. Y, en tercer lugar, esta cadena de acontecimientos recientes ha desencadenado que Suecia y Finlandia tomaran la decisión de solicitar su inclusión a la OTAN y dejaran de lado su tradicional neutralidad.

En cuanto al océano Ártico, la guerra entre Rusia y Ucrania acrecienta la importancia geoestratégica de la región ártica respecto a los recursos naturales y las rutas comerciales. En el primer aspecto, se prevé la existencia de grandes reservas de petróleo y gas, que significarían recursos vitales para la seguridad energética global, al mismo tiempo que impactarían los precios del mercado del crudo y, por ende, las economías globales. En el segundo aspecto, la posibilidad de tránsito podría disminuir los costos de la actividad comercial. Las dificultades climáticas son las que han impedido que se explore de una manera más intensa en la actualidad. No obstante, la guerra ha despertado el interés de los Estados para ganar elementos hegemónicos en la zona, más allá de la cantidad de espacio de frontera que se comparta con la región. Por ejemplo, para Rusia, el interés es intenso, por su estrecha relación con el mercado de hidrocarburos, que podría significarle un posieionamiento estratégico en el sector energético. Empero, los intereses comerciales estadounidenses son similares.

Para finalizar, el efecto más representativo que se puede concluir de esta investigación ha sido el cambio en la forma de hacer la guerra. Quizá la globalizaeión, la conectografía y la interdependencia compleja han llevado a que los Estados adopten nuevas maneras de confrontar los intereses de sus pares. Estas se focalizan en escenarios de guerra híbrida, donde se utilizan diferentes dominios de la guerra y escenarios civiles no bélicos, como el Internet, las redes sociales51 y el mercado de capitales, para desestabilizar al adversario. Otro espacio ha sido la táctica de migración52 masiva financiada por las naciones, que buscan cambiar las posturas de otros Estados y aprovecharse de los modelos políticos y económicos para tales fines.



Notas

1 Xavier Colás, "Estalla la guerra entre Rusia y Ucrania: los bombardeos dejan decenas de muertos, el Ejército ruso toma el control de Chernóbil y avanza hacia Kiev", El Mundo, sec. Internacional, 24 de febrero de 2022, https://www.elmundo.es/internacional/2022/02/24/6217037521efa0cf7a8b45b9.html (acceso julio 31, 2022).

2 AFP, "Rusia afronta turbulencias económicas tras las sanciones occidentales", France 24, 2 de junio de 2022, https://www.france24.com/es/minuto-a-minuto/20220602-rusia-afronta-turbulencias-econ%C3%B3micastras-las-sanciones-occidentales_ (acceso julio 31, 2022).

3 "La OTAN dice que es responsable de que la invasión rusa no vaya más allá de Ucrania", La Vanguardia, 16 de marzo de 2022, https://www.lavanguardia.eom/internaeional^0220316/8128367/otan-diee-responsabilidad-invasion-rusa-mas-uerania.html (acceso julio 31, 2022).

4 Georgi Zimarev, "La base naval de Novorossiysk, la sigilosa guardiana de Rusia", Sputnik, sec. Mundo Defensa, 8 de septiembre de 2017, https://sputniknews.lat/20170908/submarinos-buques-flota-rusia-base-1072229755.html (acceso julio 31, 2022).

5 Alexander Montero, "Suecia y Finlandia en la OTAN. Implicaciones geoestratégicas", video de YouTube, 06:58, 17 de mayo de 2022, https://www.youtube.com/watch?v=gGW9smq5qBE&t=92s

6 Alejandro Mackinlay, "Escandinavia, una geopolítica marcada por lo marítimo", serie Documentos de Opinión núm. 46/2018, ed. Instituto Español de Estudios Estratégicos, https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2018/DIEEEO46-2018_Escandinavia_A.Mackinlaypdf (acceso julio 17, 2022).

7 Ari Puheloinen, Russia's Geopolitical Interests in the Baltic Area (Helsinki: National Defence College, 1999).

8 James Wesley Scott, "Baltic Sea regionalism, EU geopolitics and Symbolic Geographies of Co-operation", Journal of Baltic Studies 33, núm. 2 (2002).

9 Mackinlay, "Escandinavia, una geopolítica marcada por lo marítimo", 7.

10 Silvia Marina Rivas de Hernández, "La importancia estratégica del Ártico en la geopolítica marítima", Relaciones Internacionales 30, núm. 61 (2021), https://doi.org/10.24215/23142766e140 (acceso julio 31, 2022).

11 Greenpeace, "Ártico, el océano más desprotegido del planeta", http://archivo-es.greenpeace.org/espana/Globa/espana/2015/Report/artico/artico-el-oceano-mas-desprotegido-BR.pdf (acceso agosto 1, 2022).

12 Ana Karen Moreno Sánchez, "Intereses geopolíticos de Rusia en el Ártico" (Tesis de pregrado, Universidad Autónoma de Puebla, 2016), 25.

13 Rivas de Hernández, "La importancia estratégica del Ártico", 8.

14 Rivas de Hernández, "La importancia estratégica del Ártico", 8.

15 Ángel García Estrada, "Cambio climático y aproximación de las potencias al Ártico", serie Documentos de Opinión núm. 16/2020, ed. Instituto Español de Estudios Estratégicos, https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO16_2020ANGGAR_Artico.pdf (acceso agosto 2, 2022).

16 Elena Conde Pérez, "El régimen de los espacios polares: el espacio ártico" en Instrumentos y regímenes de cooperación internacional, dir. Fernando M. Marino Menéndez, coord. Carmen Pérez González y Alicia Cebada Romero (Madrid: Trotta, 2017), 412.

17 Moreno Sánchez, "Intereses geopolíticos de Rusia en el Ártico", 10.

18 Francisco Corredor Jiménez, "Los intereses geopolíticos de Rusia sobre la Karelia, frente a los recursos estratégicos y el posicionamiento hegemónico en el Ártico" (tesis de pregrado, Universidad del Rosario, 2014).

19 Corredor Jiménez, "Los intereses geopolíticos de Rusia sobre la Karelia".

20 Raúl Lojo Romero, "El desarrollo del transporte marítimo en el Ártico" (Tesis de pregrado, Universidade da Coruña, 2018), 63.

21 Rivas de Hernández, "La importancia estratégica del Ártico", 15.

22 Moreno Sánchez, "Intereses geopolíticos de Rusia en el Ártico", 73.

23 Moreno Sánchez, "Intereses geopolíticos de Rusia en el Ártico", 73.

24 Juan Carlos Cueto, "OTAN: qué significa la decisión de Finlandia y Suecia de pedir su entrada en la alianza militar (después de su férrea defensa de la neutralidad)", BBC Mundo, sec. Internacional, 18 de mayo de 2022, https://www.bbc.com/mundo/noticias-intemacional-61466540 (acceso junio 9, 2022).

25 Montero, "Suecia y Finlandia en la OTAN".

26 Herfried Munkler, Viejas y nuevas guerras. Asimetría y privatización de la violencia (Madrid: Siglo XXI, 2005).

27 David Kilcullen,Out for mountains: The coming age of the urban guerrilla (Nueva York: Hurst & Company, 2013), 132.

28 Parag Khanna, Conectografía: mapear el futuro de la civilización mundial (Barcelona: Planeta, 2014), 67.

29 Lawrence Freedman, La guerra futura. Un estudio sobre el pasado y el presente (Barcelona: Crítica, 2019).

30 Margaret Macmillan, La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos (Madrid: Turner Noema, 2021), 30.

31 Macmillan, La guerra, 54.

32 Jared Diamond, Armas, gérmenes y aceros. Breve historia de la humanidad en los últimos trece mil años (Madrid: Debate, 2006), 66.

33 John Keagan, Historia de la guerra (Madrid: Turner Noema, 2014).

34 Munkler, Viejas y nuevas guerras.

35 Victor Hanson, Guerra. El origen de todo (Madrid: Turner Noema, 2011), 154.

36 Freedman, La guerra futura.

37 Lawrence Freedman, Estrategia: una historia (Madrid: La esfera de los libros, 2016), 269.

38 Khanna, Conectografía, 129.

39 Khanna, Conectografía.

40 Munkler, Viejas y nuevas guerras.

41 Mao Tsetung, Seis escritos militares del presidente Mao Tsetung (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1970).

42 Kilcullen, Out for mountains, 56.

43 Kilcullen, Out for mountains, 62.

44 Freedman, La guerra futura.

45 Freedman, La guerra futura.

46 Munkler, Viejas y nuevas guerras.

47 Munkler, Viejas y nuevas guerras, 173.

48 Freedman, La guerra futura.

49 Charles Tilly, Coerción, capital y estados europeos, 990-1990. (Madrid: Alianza Universal, 1992), 232.

50 Henry Kissinger, Orden mundial (Bogotá: Debate, 2016), 39-44.

51 Lorena Arocena Alonso e Iñaki Esparza Leibar, "Los retos procesales de la criminalidad informática desde una perspectiva española", Novum Jus 11, núm. 1 (2017): 46, https://doi.org/10.14718/NovumJus.2017.11.1.2 (acceso julio 31, 2022).

52 Sebastián Polo Alvis et al., "Panorama de la frontera entre Colombia y Panamá: flujos migratorios e ilegalidad en el Darién", Novum Jus 13, núm. 1 (2019): 21, https://doi.org/10.14718/NovumJus.2019.13.1.2 (acceso julio 31, 2022).



Referencias

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